12 ene 2015

Tu también eres Alicia.



Supongo que era más fácil escribir un verso sobre el amor, que qué se yo, arrancarse puñales del pecho, esa era la realidad. Pero no es la única realidad. Una vez te inyectan la locura en las pupilas es difícil volver por esas puertas. Cual Alicia, te dejas la llave en la habitación de al lado, y la verdad es... que te trae sin cuidado. Pero una vez entras, no hay marcha atrás. Ante ti se abren distintos caminos (no solo físicos, también mentales) y ya no caminas, paseas. Vuelas. No sabes como pero vuelas. De tu cuerpo se desprendió algo, ya no eres el mismo. De nuevo el papel está en blanco, y te gusta, notas ese c
ierto atractivo de no saber quien eres, y el placer de buscarte. Es absolutamente necesario. Te encanta perder la cabeza. Ese punto en el que te provocas el delirio. Nunca sabes lo que estará pensando esta cabeza y romperás el eje de esos silencios, impuros, y actuarás, y te volverás de nuevo adolescente, te hará falta más, más y más. No sabes de que eres capaz, ni de hasta dónde quieres y puedes llegar. Te señalarán miles de ojos cada imperfección, tu, sin embargo, sonreirás. Admitirás gritándole a los cuatro vientos que ya no nos gustan los colores en las banderas, que ya no queremos amnistía ni corazones de piedra. Las anillas se tornarán humo, y tú, tú pequeña amapola... seguirás pendiendo del hilo de las parcas.


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