Llega a casa impaciente y nerviosa, cerrando la puerta rápidamente y apoyándose tras ella. Suspira, coge aire. Suspira. Deja las llaves en la mesa. Hay un libro cerrado a cal y canto, unas flores marchitas, las dos y media de la madrugada. La botella de vino derramada, ya no vierte ni una gota. No olvidemos el charco que hay a su alrededor, que forma tan abstracta, quizás no la entiendan. Camina hacia la cama quitándose uno a uno los 20 candados. Los deja caer al suelo de madera, pero a penas hacen ruido, aunque ella puede escucharlo. El sonido resuena en su cabeza, pero cantan pájaros también. Ve la cama. Se deja derrumbar en ella. Se encoje. La manta beige le cubre medio cuerpo. Los cojines la arropan. La almohada está húmeda, dejará que se seque con el sol de la mañana. Porqué... hará sol, ¿no?
18 oct 2012
Las dos de la madrugada.
Llega a casa impaciente y nerviosa, cerrando la puerta rápidamente y apoyándose tras ella. Suspira, coge aire. Suspira. Deja las llaves en la mesa. Hay un libro cerrado a cal y canto, unas flores marchitas, las dos y media de la madrugada. La botella de vino derramada, ya no vierte ni una gota. No olvidemos el charco que hay a su alrededor, que forma tan abstracta, quizás no la entiendan. Camina hacia la cama quitándose uno a uno los 20 candados. Los deja caer al suelo de madera, pero a penas hacen ruido, aunque ella puede escucharlo. El sonido resuena en su cabeza, pero cantan pájaros también. Ve la cama. Se deja derrumbar en ella. Se encoje. La manta beige le cubre medio cuerpo. Los cojines la arropan. La almohada está húmeda, dejará que se seque con el sol de la mañana. Porqué... hará sol, ¿no?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario